Me han hablado recientemente de la experiencia de un colegio en el que han facilitado a los padres de los niños una relación de “series” que no conviene que vean pues promueven valores conflictivos para niños. De tal manera es así que tachan las series que van dirigidas a adolescentes y no a niños. Promueven una forma absurda que, entre otras cosas, infantiliza a los hermanos mayores que han de soportar contenidos que los aburren o facilita la deslocalización familiar, una causa de inmoralidad entre hermanos que insolidariza una de las primeras y decisivas referencias de moralidad. El primer modelo de socialización es, como es evidente a cualquier orden sociológico, la familia.
Empecemos diciendo que no hay un margen riguroso para decidir qué es infantil y cuándo un niño deja de ser infante como sí hay un orden entre los hermanos pequeños y los mayores; uno es general sin límite concreto, como no saber a priori qué mayor se es (que nadie lo sabe y es por lo que no se sabe nada; nadie sabe nada y sólo sabemos unos de otros), y el otro hace concreto lo general, pues los hermanos mayores maduran antes y saben más.
Hay, asimismo, una forma en los niños para que se adapten a su entorno. El miedo o la vergüenza tienen su tiempo, como lo tiene el desnudo y su repulsa, y los niños no deben cerrar los ojos ante la realidad. Lo general de los sentimientos morales es un sinsentido, una generalidad vaga, si no se tiene en cuenta lo común de la red en la que éstos se entretejen.
La competencia entre los niños es una forma que se les va a exigir de mayores. Si eres más guapo gustarás más, si eres más listo, o estudias más, sacarás mejores notas, si tienes un móvil más nuevo te mirarán más, etc.
La competencia de unos con otros no es un valor de ninguna serie sino de la cultura en la que tiene significado dicho valor; *la competencia es la misma afección que la cooperación con el desplazamiento de la distancia, lo que ponen en las mentes de sus hijos quienes les educan. Aprendan los padres a ver con justicia quiénes son los responsables de sus hijos; ustedes, sin proximidad, no.
Los niños no son inocentes ni neutros moralmente. Los niños tienen malísimas intenciones, pero no cuentan con la capacidad para representar definidamente el objeto moral distante, el que ponen en sus manos o mentes los mayores.
Ciertamente, los niños tienen la capacidad de perdón, pero es más común en ellos la capacidad de olvido. El perdón es una representación que exige un desarrollo moral muy superior al olvido. El olvido en ellos carece de forma objetiva, pues es una forma negativa para la que apenas tienen sensibilidad. Quiere esto decir que los niños no aprecian la mayoría de las cosas porque no las entienden. Lo que sí entienden es lo más cercano y constante: sus padres y su entorno. El entorno es el contenido que formalizar; los padres son a quienes miran los hijos y poder dar, así, forma moral a lo que no la tiene.
Conozco padres que han estudiado psicología infantil y pedagogía, pero la mayoría de los padres que conozco llega a sus propias conclusiones en psicología sin ninguna reflexión que pueda ser tenida en cuenta; y más les valdría no llegar a ninguna conclusión.
Cuando la gente piensa en moral, como si es conveniente que mi hijo vea o no vea esta serie, hace un juicio inmoral y subjetivo, piensa en su hijo y en sí misma; y la moral es principalmente intersubjetiva, compete a varios sujetos implicados en una misma representación.
No hay categoría positiva para los simismos, y sólo las hay negativas, representaciones abstractas sin forma justa para su sentimiento. Los sentimientos no son reproducibles sino en la distancia. De modo que si no hay presencia y proximidad moral para una representación mínima de la distancia y no pueden decir a sus hijos qué es conveniente en las diversas situaciones de sus vidas están siendo injustos porque ponen palabras hipócritas en sus bocas y son incoherentes con la fuente primera de moral; son charlatanes que moralizan sin objeto moral próximo. De nada vale que no vean cosas que les ocultan e igualmente van a ver. No ven sólo subjetivamente sino que la visión moral es principalmente no subjetiva; no hay subjetividad moral. Buena prueba de ello es que la vista no es nada sin lo que ve y da forma a su posterior visión subjetiva. La teoría sociológica del concepto solidario dice que la vista, como la mayoría de las cosas, no es subjetiva, pero necesita de una subjetividad; es sociológica y forma parte del concepto solidario que ésta estudia.
He invertido conscientemente, y con un evidente tono irónico, el orden de Spinoza* que tantísimo he criticado. Como señalé desde el principio de mi crítica al mismo, es un orden falso e inmoral. Hay un grado de verdad en él que ha ser contrastado científicamente; es todo su valor, que es esencialmente científico; y la ciencia se basa en él, pero él mismo no es sin su forma ciencia, sino que es lo que hace la ciencia posible; es un orden metafísico que como ética es una delirio, pues la ética no es metafísica sino que la metafísica se basa en lo que es ético.
martes, 29 de junio de 2010
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