A partir de mi reflexión sobre la condición moral a priori y el tema La ilusión moral de Kant, me di cuenta de que generalmente no se ve sentido a la filosofía por la mala educación filosófica o por su enseñanza errónea.
El fundamento de toda conciencia de moralidad posible es especulativo porque es la experiencia de moralidad expresada no sólo con arreglo a un principio de moralidad que supone una experiencia (intencionalmente empírico), sino, a su vez, con arreglo a un principio anterior a su experiencia y, en cierto modo, independiente de ella, todo lo a priori como un problema que se repite y que no se soluciona de una vez. La moral es, a todas luces, desapropiación.
La moral no puede ser un noúmeno, un ser en sí mismo, ni puede ser una máxima abstracta; si la moral es ciertamente ideal es en un sentido muy distinto de una moral ideal, pues hablaríamos de sociología del conocimiento, y no de la filosofía del mismo.
La moral no es de uno; no es una cuestión que se limite a una subjetividad, y no es, por tanto, nada relacionado con un psicologismo moral. La moral, muy al contrario, el la forma a partir de la que se representa el otro; hay otro porque hay, para empezar (a priori o por principio), otro antepuesto.
En demasiados casos, si no se ve nada en la filosofía no es que no haya nada y esté vacía, sino que no hay mente para ella y no hay objeto con el que ver algo. Para ver no es suficiente que haya algo que ver, sino que hay que tener un aparato visual con el que poder ver algo.
Los grandes filósofos y los temas que trataron se estudian en la historia de la filosofía y, asimismo, en la filosofía misma. Es decir, que no se supera, por ejemplo, la reflexión ética de Kant porque la determinación genética supere el imperativo categórico. Más bien, los investigadores de genética debieran desempolvar las cuestiones que siempre han estudiado los filósofos. Siguiendo el ejemplo: ¿en qué reside el sentido de dignidad de un hombre? ¿hay una condición mayor que determine un sentido moral dado que un hombre acepta como su libre decisión y que, por otro lado, es la muestra de que toda decisión está determinada y no puede, por tanto, ser libre?, etc., etc.
No debe sorprender que censurase a de Padra por ser un fanfarrón. A mí de Prada no me gusta, y ya está; él es un medio de mi crítica y no el objeto de mi crítica. Pero es muy peligroso usar a capricho una supuesta crítica a un pensador como Kant si uno no tiene ni idea de por qué Kant es tan importante para algunos filósofos. Como dije hace unos días, es tentador buscar el error de Kant; pero su valor, por el contrario, está en su verdad.
A la vez que expliqué la fanfarronería e ignorancia habitual de demasiados periodistas, leí un artículo de un genetista y lo que denominaba algo así como la dignidad incondicional de lo humano. No decía nada que no estuviese en muchas de las reflexiones típicas de Kant sobre el problema moral (identidad trascendental, carácter inteligible, determinación de un objeto moral a priori con independencia de la subjetividad que la represente, etc.). No se debe acudir a Kant, claro está, buscando citas, máximas, etc. Mi crítica moral a Kant, mejor visto, estribaría en que una moral impuesta no es propiamente moral o moral por sí sola si no tiene una razón moral en la que apoyarse; muy al contrario, es un principio de distancia moral, de modo que el sujeto debe tener una razón moral, no en la dependencia de su distancia psicológica, de una psique que no es propia, sino en el principio moral que la determina, su proximidad, cabalmente, la comunidad que define la moralidad. Así fue que Kant cometió la ligereza de abstraer la moral en lugar de ponerla por principio de toda representación moral.
Yo llegué a un principio moral por intuición, estudios críticos de moralistas y análisis fenomenológicos, a mi modo de ver, muy poco intuitivos. También se puede llegar a un principio moral por medio de la ciencia moderna (neurociencia), pero yo sigo una ruta preferentemente filosófica. Sin esa ruta filosófica no hubiese llegado por mí solo a la distancia.
La distancia, si es que alguien entiende o sigue mis textos, ha llegado con cuentagotas, de forma confusa y demasiado abstracta, con intuiciones inaprensibles que dejaban lugar a demasiada filosofía especulativa, el claro germen de una buena filosofía. De cualquier manera que haya sido, en mis textos de los últimos años (diría que los tres últimos), está escrito que las ideas no son ideas de sí mismas, y que no se crea una idea de la nada, mirando de cara a la intuición.
Si hubiese podido ver la distancia hace años de una vez, no la habría valorado con justicia, sino que sería víctima del fenómeno de la precipitación, el germen filosófico de la distancia, una idea lenta, que se hizo rogar, y que es, por cierto, perfectamente traducible a un lenguaje tan claro y nítido como el matemático. Si hubiese sido una idea clara, habría sido como el pathos de la distancia de Nietzsche, y está claro que poco tienen que ver además de ser distancias. Mi distancia recorre psiques, transita por ellas, para ser, finalmente, cauce de moralidad.
A una idea, a una idea de interés filosófico, se llega confusamente y por lentas aproximaciones. Las ideas han de ser problemáticas para que sean profundas, ideas por las que merezca la pena filosofar.
La tradición filosófica no tenía una verdadera razón moral. Hume, por ejemplo, habla de una simpatía que encanta a algunos neurocientíficos que hacen terriblemente mal de filósofos, pero carecía de concepto para determinarla. Hume no vio nada del límite subjetivo.
Hume no tiene el interés moral de Kant porque Kant sí vio por qué la reflexión moral era problemática: un sujeto no tiene moral si no tiene una moral dada que le sirva de principio. Por ello impuso la moral. El imperativo categórico era una tentativa de solución para determinar la falta de moralidad, una solución a medias que no entraba en la esencia del problema. Pero Kant tuvo conciencia de este problema al hacer una razón moral práctica y no teórica, esto es, la limitaba a ser representación.
Kant no solucionó nada, pero sus ideas son filosóficamente importantes porque se fijó en el límite a partir del que eran un problema. Toda idea a priori está limitada a la representación que de ella se haga.
En el hombre hay una dignidad supuesta que el derecho ha convertido en un límite negativo. Todo derecho es negativo. No hay representaciones de derechos naturales. El derecho natural, por ejemplo, es una petición de principio que se falsea a sí mismo. El derecho es argumentativo y discurre sobre una razón de sí mismo en la que debe insistir como la institución del derecho; no es natural. Si fuese un derecho por sí, no tendría que estar representado en ley alguna, pues sería derecho por sí; sería ley independientemente de la forma que dicha ley tomase. La especulación moral de la filosofía es habitualmente corrompida por todos los que hablan de filosofía sin saber de qué demonios trata.
En muchas ocasiones me pregunto si la filosofía vale para algo. Tengo grandes dudas sobre ello. La parte más angustiosa de la labor creativa de la filosofía es, sin duda alguna, tener en qué pensar. Distancia psicológica podría ser vista como la falta de propiedad de la psique y sus ideas. Particularmente, muy rara vez llego a algo claro. Sólo tengo preguntas (dudas). Pero cuando veo que alguien hace una crítica a la filosofía todas mis dudas desaparecen; reclaman a gritos filosofía. No quiero decir con esto que se deba hacer la filosofía que no se hace, sino que la continuidad de la filosofía está en la crítica de unos mismos problemas. Buena parte de la labor filosófica consiste en poner visión filosófica sobre problemas en los que no se ve filosofía alguna.
Leo con frecuencia en la prensa una admiración por la superioridad de las cuestiones filosófica que me sorprende. Debe ser, creo yo, porque tratan de cuestiones que superan a la gente. También leo una secreta admiración por hombres sentenciosos que no dijeron verdad alguna, sino que, en el mejor de los casos, sólo hablaron de problemas. A mí Kant me es igual, y lo que se diga de él también. Otra cuestión distinta es que neguemos problemas que mostraron los filósofos. A esta negación los chapuceros la llaman superación. Debiera ser la razón de continuidad por la que seguir haciendo filosofía.
jueves, 7 de abril de 2011
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