lunes, 27 de abril de 2009

Cientificismo como burocracia

A lo largo de una serie amplia de temas vemos que la presunción cientificista no es sino un fraude, se pretende en un ejercicio que no es de su propiedad. La exigencia de primacías descansa en una total irracionalidad que, en el momento de ser cuestionada científicamente, se esconde tras una ciencia flaca, cabalmente, en peticiones ad-hoc que se restrinjan a su interés. Toda persona con verdadero espíritu científico sabe que esa modalidad de ciencia no es sino palabrería pseudocientífica; en lo crucial, no es, estrictamente, ciencia.

El descaro de llamar incomprensible a su ignorancia se prueba en limitar los problemas a términos gramáticos. Eso no tiene nada que ver con la filosofía sino como filosofía del lenguaje, algo que, como con casi la totalidad de los temas tratados, no se conoce sino por boca de otros y obras mal comprendidas. Los copistas que sólo presumen de su calco no son sino secretarias que se entretienen en poco más que meros trámites. Ese modelo de burocracia en ciencia se conoce como cientificismo, algo que pocos científicos tienen en estima.

Es fácil exhibir presunciones, pero menos lo es hacer crítica.

Los idólatras de la construcción verbal y la repetición esquizofrénica del complejo de cientitis no son más que obreros jugando a ser ingenieros.

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