viernes, 7 de mayo de 2010

Marx actual

El mayor interés de Marx no está en la capitalización del Estado sino en el análisis de la indeterminación de la riqueza social, que es el fin del capital: inversión de la riqueza individual y no social por la furia del interés privado, el análisis que Marx realizó de la relación social.

La economía mundial es víctima de la irracionalidad individualista; la economía actual gira alrededor de la posesión de la forma económica por excelencia, el capital. ¿O quién sino una irracionalidad primera con manos sucias y furiosas determina el valor en una economía?. Es indiscutible que una razón económica individualista no es por ser económica una razón superior a lo que es primeramente razón, una forma que regula la diversidad de representaciones. Es, claramente, un asunto de la ética de la economía política, una antropología del egoísmo consustancial a la representación subjetiva en la forma de economía política, la forma común que toma la objetivación de las relaciones sociales (¡su concepto solidario!*). ¿Alguien cree, de verás, que la sociología no es una ética de la responsabilidad colectiva que contradice una ética vacía e ingenuamente individual?. Sociología no es, como defiendo, nada parecido a un simismo psicologista; la razón ética está en que no hay categoría moral alguna en el simismo, en uno y su incierta individualidad. La ética de la responsabilidad no es de uno; uno no es sino su concepto solidario, su deuda. Se trata de la inversión de una razón moral teórica, el único posible a priori moral; no es una moral práctica, ética ligera, sino una moral teórica primera y pragmática, ajustada a su acción.

La idea de Marx debe ser vista como una predisposición ética en forma de racionalidad porque la racionalidad es lo que puede hacer conciencia de la falta, su mal. No obstante, Marx cometió uno, entre muchos, de los excesos de los historicistas: falsa expectativa de algo con la lógica de su porvenir, una especulación sobre la identidad del tiempo, el historicismo.

Algo en sí, una "justicia" en términos de Marx (cierto alineamiento racional), es una simple e irracional teleología (teoría de la finalidad) en una naturaleza que actúa sin la conciencia de las individualidades involucradas, esto es, sin tener en cuenta su conciencia de moralidad, su única razón moral. Es simple por no tener conciencia del problema de la individualidad social, e irracional por aceptarse como dada. La razón no es repetición formal de lo mismo, lo que formaliza, sino que es la adecuación de la forma a su objeto. La razón no es una gramática histórica que se repita a sí misma linealmente y en forma continua. Desde lo que se me ha criticado por ser, supuestamente, historia de la filosofía (*) puedo, y basándome en conceptos propios de mi crítica (*), mostrar que la historia moral es el problema de la moral, lo que por ser histórico se ha irracionalizado.

El objeto ético de Marx es, ligeramente, similar a mi crítica a la falta de objeto ético, un objeto que defiendo que sólo es moral primeramente y sólo segundamente desde su crítica. Empero, la razón primera de Marx es histórica y la mía moral; el incondicional no es histórico, y sólo trasciende, supera su continuidad, en su unidad moral. No hay razón sin moral, es decir, los historicismos por principio y sin crítica, sin crítica moral, no sólo son irracionales sino inmorales. La historia es discursiva, está sujeta al tiempo, y la moral es nouménica, constante a su paso. La única razón del hombre es la razón moral; la otra es una inversión de sombras.

Marx hace razón primera del contenido histórico basándose en el absoluto histórico, y hace segundo al ser moral por la historia de una síntesis segunda, englobadora; pero su síntesis no es sintética a priori, no es lógica sino que discurre tropezándose con una forma posterior de razón que falsifica como anterior, una falsa síntesis histórica. El objeto verdadero no es discursivo; es incondicional y está al margen del discurso; ni es, por escrupuloso imperativo moral, empírico; ¡el otro no tiene cara en la representación sino como historia! (apunten esto quienes quieran pensar en ética). La cosa en sí sería, pues, qué sea la razón moral, la base primera del concepto solidario, que no es lo que se entiende comúnmente por razón ética o moral, un psicologismo vomitivamente sensiblero. Cosa en sí es primero a su razón, un concepto primero a la razón, incondicional a su discurso. En el absoluto histórico del hombre no está Dios ni su despliegue; está otro hombre, el concepto solidario que lo trasciende, y el hombre sólo es hombre por ello; el concepto solidario es su única antropología filosófica y su única filosofía de la historia: la gran pasión del hombre.

El mismo margen de abstracción del que Marx se servía podría contener fisuras de las que la teoría no podía ser consciente ni conocer su objeto sin crítica; no era teoría de verdad por sí. La unidad de trabajo, por ejemplo, se estudiaba como mera unidad destinada al proceso productivo y se abstraída todo otro proceso, como el problema de la sociología del trabajo que era una relación superior (temporalmente posterior) y no inferior (temporalmente anterior); no estaba dictada por una forma a priori en el proceso productivo porque su proceso no era el mismo; cambiaba cualitativamente. Al igual que la sociología de la familia, la sociología del trabajo era desapropiada, su teoría no tenía en cuenta el enfoque pragmático de los problemas sociológicos. Era, más menos: todo es lo mismo por una lógica a priori, la de la desapropiación del espíritu, ¡una lógica falsa e históricamente inconmensurable!, delirante con su falso tiempo. La continuidad del tiempo no se da en la identidad dialéctica y superadora de historia, razón y espíritu, sino que supera sin razón a priori; es historia sin más razón que la que pone un espíritu volitivo e irracional, sediento y con un rabo entre las piernas, una razón parcial, representativa y no absoluta que se toma falsamente en sí, como si fuese un plano del tiempo maduro, listo para ser finalizado. No obstante, la historia del hombre no es su finalidad. La historia no puede ser un psicologismo que imite del ronroneo causal, una particularidad que delira con el horizonte de un sentido histórico verdadero por ser ¡histórico!; en definitiva, no es más que una idea estúpida de finalidad, un vacío del que se sirve su precipitación, el efecto del simismo. Historia es mucho más que causalidad y mucho más que el paso de la historia; historia será la unidad temporal distante de los sujetos del concepto solidario, la acción de síntesis histórica.

En cualquier caso, es indudable que Marx hizo evidente una función irracional del capital. La economía es una razón segunda sin razón primera a ella. La razón económica es individualista, pero se alimenta socialmente del otro, algo que niega por el mismo ser abstracto de su razón desapropiadora (razón económica); y que Marx, inocentemente, creyó poder superar por una simple inversión dialéctica (la dialéctica es inútil para el estudio del objeto ético porque avanza negativamente con una historia que no la tiene de suyo; es errónea como razón primera porque sólo sabe ser siendo segunda, histórica, y no independiente de ella), pero que no hace, en el fondo, sino beber del mismo pozo de agua estancada. La forma del concepto del capital sólo atiende a un aspecto de la función económica, maximizar beneficios minimizando los costes del proceso productivo. Las partes económicas del proceso eran abstraídas como entes analíticos, pero en su fondo eran partes que no podían ser tomadas analíticamente sin deformar el efecto de su conjunción. El capital se estructuraba y operaba ciegamente como fuerza económica sin ninguna moralidad más que una incierta relación social que por sí sola sólo conducía a perpetuar y repetir su estructura.

No se puede aplicar la lógica que usó Marx para su análisis en una situación económica y social como la actual. Se requiere situar la lógica en la historia actual, lo que actualiza el ser de su tiempo, un ente cognoscible en forma de historia. Los trabajadores de entonces no son como los de ahora. Hoy en día hay algún tipo de garantía en el derecho laboral, algo que defiendo que es abstracto y falso porque el derecho positivo y natural no existe; la teoría del derecho es el fracaso de los instintos. ¿O es la génesis de la conciencia y el derecho negativo a una libertad del pensamiento (no hay libertad alguna que no sea psicológica) que termina por abstraerse a sí misma como su propia finalidad (el derecho de los torpes, cojos y ciegos)?; ¿o es que, acaso, hay algo por sí en un continuo que sea distinto de lo que le es primero y le permite ser continuo consigo mismo?. No; las sombras de la continuidad están, dicho así, precipitadas, que no antepuestas. El preexistente es trascendental, una forma metafísica primera que urge crítica para deshacer el efecto de su tiempo.

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