martes, 21 de diciembre de 2010

La ilusión moral de Kant o ¿no es la cuestión moral la ilusión de un sentimiento objetivo dado a partir de una subjetividad?

Ayer leí un artículo de José Manuel de Prada sobre la inmoralidad característica de la sociedad actual. El artículo tenía muchas de las habituales petulancias que él escribe, como si su campo no estuviese reducido a lo literario.

De Prada hace lo que hacen todos los esnobs: ir siempre por delante y pretender ser un aventajado. Es algo absurdo en quien insiste en posiciones claramente ultra conservadoras. Ve peligro en cualquier signo muy marcado de cambio social.

Es un escritor que siempre me ha aburrido por su artificialidad y falta de fondo a la hora de tratar cuestiones de importancia. Sus lamentables críticas sobre los males sociales (el problema del aborto, la falta de relevancia de lo religioso, etc.) no son nunca tan peligrosas como cuando confunde ser un escritor y columnista con un intelectual que domine las raíces de las que crecen los problemas de fondo; confunde ser capaz de escribir con superficialidad y soltura sobre cualquier cosa con pensar con razón sobre cualquier tema.

Los columnistas escriben generalmente sobre cuestiones superficiales y rara vez dicen algo de importancia. Por eso generalmente son periodistas. La última de tan estimable caballero, porque los periodistas sólo dan la última, es decir que Kant era un iluso y, justamente después, criticar el mal del relativismo como una consecuencia del desprecio por el Bien objetivo. Semejantes fanfarronadas están destinadas a confundir la cuestión filosófica de la moral con paja intelectualmente obscena que persigue aprovecharse despreciablemente de la cultura general que cualquiera recibe en la escuela o encuentra en una enciclopedia.

He de lamentar que los confeccionadores de la cultura de masas (y los lectores del periódico ABC son muy proclives a ella en forma de ideología conservadora) sean, en definitiva, unos farsantes que no saben de qué hablan. ¿Qué bien objetivo es ese que no esté determinado por una subjetividad que, a su vez, no esté condicionada por la referencia con la que su bien toma forma (el problema filosófico que no se enseña en la escuela ni figura en enciclopedias)? ¿no es un bien objetivo relativo a la subjetividad que hace relevante la cuestión moral independientemente de esa subjetividad? ¿no es objetivo por la forma mayor de la que depende, y no la menor, la subjetividad que la hace relativa?. ¿Cómo iba a ser Kant iluso si no era por la ilusión de conocer la forma menor, la subjetiva determinada por la voluntad, para llegar a determinar a priori la mayor en beneficio del sentido moral de las diversas representaciones?.


En los últimos meses he radicalizado la defensa de lo que se podría llamar perfectamente a priori moral. Hace casi tres años ya abrí un tema sobre ello llamado El a priori moral. Por aquel entonces buscaba la razón de la diversidad en moral. Mi relativismo, un a priori diverso para el enfoque moral, se encuadraba en un empirismo antropológico. Hay muchas costumbres distintas en hombres y pueblos distintos, y no se puede poner una forma absoluta para enjuiciar las costumbres de los hombres y los pueblos. Lo que podemos hacer es restringir el impulso absoluto, el dogmatismo, y definir parcelas para las distintas morales.

Un problema habitual sería plantear si hay una sola moral o hay varias morales. Si la moral es el conjunto de normas que rigen en una sociedad vemos que hay una gran diversidad de normas que determinan la forma mayor de la conducta, la que seguimos al emitir un juicio sobre una acción. Es como cuando estudiaba a Rawls y un familiar que curioseaba mis libros de consulta me preguntó si la Justicia no era sólo una y no había, por tanto, varias justicias; es, en el fondo, el problema del límite de toda forma ideal, y la moral es la forma ideal que toma el otro en su distancia. Hay tanta diversidad como la efectivamente expresada. Si voy dando golpes a todo el mundo que veo, mi moral es ir dando golpes porque puedo ser, por ejemplo, un tipo especialmente agresivo; o puedo ser un tipo pacífico que huya de la violencia. Conozco gente que soluciona las cosas con amenazas y partiendo la cara a otros, y conozco a otra que raramente lo hace. La cuestión es que la agresividad, la predisposición emocional negativa hacia el otro, no está sólo en los golpes sino también y principalmente en palabras, tonos, gestos, rechazos, huidas, etc.

El problema mayor de la moral es la cuestión del otro, en qué el otro es un conflicto. Del otro pasamos a los otros con generalizaciones de la otredad para las que carecemos por principio de la razón para dicha relación; vamos al otro y a los otros con expectativas que siempre pueden fallar.

No se puede hacer reflexión a priori sobre la cuestión moral sin contar con la forma mayor que determina la moral. Kant, por ejemplo, hizo mayor la moral con un imperativo categórico que permitiese hacer menor la subjetividad determinada por la representación sin moral a priori de la voluntad. Voluntad no significa aquí otra cosa que la primera determinación de la representación subjetiva. Así pues, la representación de la voluntad se hace irracionalmente primera a la moral; es por ello que Kant reducía la acción subjetiva a una norma impuesta de moralidad que la subjetividad no tiene por sí sola.


Ayer estuve escribiendo un bosquejo de la problemática moral de Kant. Era una atrevida crítica de Kant que llevaba a Kant mucho más lejos.

La teoría sobre el conflicto de la primeridad moral o a priori moral consiste en hacer la moral próxima (mínima con su experiencia) al conocer el desenvolvimiento del sujeto en su síntesis preferente. No la edité como ampliación de este tema porque cuestionaba formas del conocimiento que no se dan a priori a la conciencia; editaré dichas reflexiones posteriormente en este u otro tema.

Todos mis temas salen de ideas que requieren un tiempo prolongado de incubación. Ningún tema mío debe leerse como algo propio y que se pueda leer por sí mismo. No hay propiedad alguna, sino que todo son deudas con la forma mayor por la que la propiedad viene determinada; la propiedad es simplemente una ingenuidad mental

Las formas segundas de la conciencia, las que se derivan de una experiencia sin que medie el conocimiento, han de ser antepuestas con una anticipación teorética; es el problema de hacer asible la cosa en sí. La cosa en sí no es, como insisto incansablemente, la identidad del conocimiento y la cosa sino en una forma hipotética de mediación.

El sintético a priori (síntesis a priori), la verdad formal para una experiencia, debe darse como el problema primero que racionalice dicha experiencia; toda experiencia ha de ser a priori para que pueda darse como la identidad continua con la que una experiencia sea a priori. Nos adelantamos a la experiencia cuando nos hacemos primeros a la experiencia al contar con una forma preferente de verla.

En varios temas he venido insistiendo en que la cuestión moral trata de una experiencia incierta y no idéntica con su conocimiento. Mis tesis llevan a que no se conoce la cosa sino su distancia; moralmente lo amplío con un tipo de síntesis asimétrica que denomino el desplazamiento o giro moral. No se trata de una cuestión nueva en mis textos, pues es el problema central de cómo se puede conocer la experiencia de la forma moral; sólo se conocen formas y no los contenidos de las formas mismas. Las formas morales son las predisposiciones con las que una expectativa finalmente ha hecho síntesis al repetir un objeto al que se dirige la experiencia moral: el otro.

2 comentarios:

Ricardo dijo...

En la actitud conservadora se da siempre una peculiaridad, la de ir siempre por detrás de las cosas. Cuando se legalizó el divorcio fue motivo de escándalo para los conservadores, algo que para las personas de la misma mentalidad apenas ya lo es en la actualidad. Hoy en día, con el matrimonio entre parejas del mismo sexo, sucede por el estilo. Posiblemente deje de ser motivo de escándalo una vez que quede consolidado con el paso de los años.

Lo que altera la mentalidad conservadora es el cambio más que el hecho en sí. Es el ver alterado un orden de valores que se ha consolidado como el eje de su vida.

Esta actitud del conservador revela una intención "contra-natura". Si lo inherente a la vida es el dinamismo, todo lo que sea anquilosamiento (que es en lo que se basa la actitud conservadora)no es más que una opción retrógrada.

Por otra parte, con razón se suele decir que comprender a alguien inteligente es también signo de inteligencia. Alguien que demuestra no comprender a Kant ya se describe a sí mismo.

Un saludo.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO dijo...

La cuestión es bastante sencilla. No por ir hacia delante se va correctamente. El falsacionismo en moral, por ejemplo, sería lo contrario del conservadurismo.

La moral está sujeta a un devenir cambiante y no se puede aislar de la raíz de la que crece.

La raíz de la moral no está en prejuicios que hacen tardío el juicio moral; está, muy al contrario, en la primeridad (primer grado) de un sentimiento largamente depurado con la repetición de su experiencia, su forma segunda mayor.

El ser primero del sentimiento moral, la expectativa preferente con la que una subjetividad se hace mínima es el otro; toda moral es representación incierta del otro.

Saludos cordiales