domingo, 20 de septiembre de 2009

Filosofía del rock and roll

Rock and roll es una música que viene de las tripas, y nunca ha sido una música pretenciosa. Si Pink Floyd y Leonard Cohen eran un tanto pretenciosos también es justo decir que la psicodelia fue muy popular por ellos y que un aire intelectual creó un tipo de conciencia con relevancia social.

Cuando decimos que el rock and roll viene de las tripas es porque es algo con un sentido fuerte, que impone, importa y excita; es lo que significa Rock and roll, el acto sexual como copulación. La traducción al castellano es “estremecer y enrollar”, y era una imagen verbal que se usaba entonces para referirse al sexo.

El sentido que aquí usamos es el que hace al sexo significativo en un símbolo social, y vamos a pasar a hablar a partir de ahora genéricamente de rock, y no solo rock and roll. Es un matiz sociológico, y no musical.

Podemos decir que el rock ha sido y es importante porque ha llevado a crear una ideología. No sólo es una música que grita sino que lleva al grito de muchos a crear un grito común con el que diferenciarse. El grito del rock no es individualista; es, como decimos, un grito común, sexo publico.

No sólo se debe ver el rock como música mala y pobre. El sentido del pacto con el diablo de Robert Johnson era que la música del diablo, esto es, el blues, llegaba a las entrañas. Recuerdo poniendo a mi abuela discos de Otis Redding y la tristeza que ella intuía en ese señor que parecía tan triste, como si algo muy malo le hubiese pasado. La música de Otis Redding, para quien no la conozca, está cantada con continuos “ou”, “ah”, “wuy”, “mm”, “nah”, etc..

El áurea de maldad del rock es sólo que es una forma espiritual de música. El satanismo de los Rolling Stones o Led Zeppelín era mero posicionamiento mercantil. Independientemente de las extravagancias fruto de excesos con las drogas, no son sino lo que se llama leyenda urbana. Como bien decía Maquiavelo, muchos son los que ven y oyen, y pocos los que tocan. Los filósofos, podríamos decir, son los que piensan.

Si un imbécil como Bunge piensa que el rock es música de “gente sin oído” no entiende lo que la gente que oye rock oye. El oído, conviene que lo aclare, es un sentido que predispone; cuando reconocemos una melodía, inmediatamente, la predisponemos, y la anticipamos; si es reconocida, el cerebro rellena una melodía con sólo oír su principio. Cuando oímos rock, pues, no hacemos sino sexo con otros. Bunge "se hace pajas” con lo mala música que es el rock; y yo digo que su psicologismo es lo que no le deja comprender su lógica. El sexo, lo recuerdo, trasciende en tanto sea con alguien, el sentido sociológico del otro.

NOTA. Pido disculpas por la ordinariez de la expresión “hacerse pajas”. Es, sin duda, el uso común y vulgar del término onanismo. Como es habitual en lo que critico como epistemología onanista, he creído que el tono del tema, y las imágenes que suelo usar sobre estas cuestiones, lo justificaban. Aclaro, igualmente, que no hay ningún sentido personal en mi desprecio hacia Bunge; no es hacia Bunge en tanto su persona sino en cuanto a la lógica de su teoría.

2 comentarios:

. dijo...

He visto muchos comentarios sobre este tema y me gustaría decir que esta me ha resultado peculiar e interesante.

Independientemente de que pueda gustar o no el no reconocer lo que ahí vive es fruto de la ignorancia. Si luego se habla desde ahí.. mal vamos. Con razón se dice que la ignorancia es atrevida.

El tema del pacto con el demonio que comienza en el blues y sobrevive de distintas formas en el rock siempre me ha resultado muy interesante. A poco que se vea desde un punto de vista antropológico se ve como en otros contextos culturales se repite de forma similar.

Saludos.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO dijo...

Estamos de acuerdo. Recuerdo una imagen de una película en la que dos mujeres muy recatadas que murmuraban mientras sonaba un blues que era una música que recreaba sensaciones desagradables.