jueves, 13 de marzo de 2014

Fluidez del impulso moral distante, la otra cara de la moral

“Aunque los hombres se jactan de sus propias acciones, éstas no son a menudo consecuencia de un propósito grandioso, sino consecuencia del azar” (François de La Rochefoucauld, Máximas [57])
Me pregunto si en el impulso moral distante había conciencia de las anormalidades de su sentido moral; si su parte creativa entraba en el espacio que había disponible para ella, o si, por el contrario, su espacio reclamaba más sitio, abrirse a más ámbitos. De haber una experiencia genuina, si el impulso moral se cansase de su moral, si crease una distancia con ella, la moral se quedaría sin nada, al desnudo; la expectativa moral no se correspondería con su experiencia, su sentido caería en un vacío, en una falta; la experiencia contradiría la idea inversa a la que estaría, más inmediatemente, dispuesta (*).

El impulso moral distante pretendía ser una idea con más ambición antropológica que sociológica, con más interés en lo esencial del hombre que en los episodios por los que el hombre pase.

Llegados a cierto punto, la sociología no tiene otro interés filosófico que la moral que haya en ella. En la sociología no hay interés por el contenido moral inmediato, sin lugar a lo abstracto, sin lugar a distancia (**). La sociología es, en el mejor de los casos, una idea inversa, una idea elaborada para su concepto, para que su objeto sea pensable y se acomode a su esquema interno, para que la conciencia común esté arreglada y pueda fluir.


Hablo de la misma fluidez que lo “líquido” de Bauman. Sin embargo, convendría advertir que la fluidez fenomenológica, que la densidad no se espese, sino que se diluya, no puede ser una idea formal, sino que ha de ser una idea sintética, una idea, por tanto, que esté pensada para ella y su especialidad. Así pues, la densidad afectiva del concepto solidario estaría experimentando más capas de las que, hasta ahora, había en ella.


(*) Una aproximación máxima terminaría siendo una predisposición, esto es, una disposición con más lugar para los aciertos que para los errores; su experiencia, por tanto, estaría basada en una ventaja.


(**) Este es un problema en sí mismo. La sociología debiera volcarse en el ámbito teórico-especulativo, a qué clase de problema pertenece lo social, y no en el ámbito histórico-empírico, cómo cambia el hombre bajo condiciones distintas (o cómo cambia la sociedad, que no es otra cosa que la comunidad en la que el hombre se asienta). El hombre es siempre el mismo por mucho que cambie; empero, la importancia del cambio no está tanto en su diversidad como en la repetición que subyace en ella. Si el cambio del hombre fuese sustancial, en lugar de hablar de modificaciones sustanciales habría que hablar de cambios genéricos; no se estaría hablando del hombre.


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