Ayer vino mi hijo con una sonrisa y me dijo algo así como “¿qué
diferencia hay entre el ser y el pensamiento?”, y se marchó. Esta mañana he
recordado su pregunta y le he pedido que me la repitiese; se ha quedado
pensando y me ha dicho: “no el ser y el pensamiento, sino qué diferencia hay
entre el ser y la verdad”. Yo le he
dicho que en el ser está implícita la verdad. En la verdad hay
siempre un margen para la falsedad; ahora bien, toda falsedad depende de una verdad en
que se apoya.
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