viernes, 6 de febrero de 2009

Los relativos entre los márgenes; la precipitación del absoluto.

La tendencia a hacer los conceptos absolutos en lugar de relativos es un lugar común de la falta de reflexión. Su precipitación suele venir por asumir lo absoluto del margen de verdad de su proposición; quiere esto decir que lo verdadero de ello es algo que no depende de su caso, pues su objeto es igualmente verdadero. Es, sin lugar a dudas, una presunción del privilegio de andar con la cosa en sí y no con sus mediaciones.

Sostengo que todo movimiento entre márgenes es especulativo y sólo es verdad cuando se hace límite con las condiciones que pueden decir algo más de él. La ampliación de lo que se dice, el giro auténticamente sintético, es el algo más que no es reducible al conocimiento anterior de las condiciones porque ha hecho emerger algo que estaba contenido y no era comprendido.

Formalmente, las matemáticas operan entre márgenes límite y eso lleva a tantos a pensar en su carácter privilegiado de verdad. No niego cierto carácter mágico de la matemática, que personalmente me perturba, pero la urgencia entre los márgenes es lo que hace que ellos se muevan, luchen y tengan pulso.

La orientación ética de los márgenes no es su sentido absoluto sino el que orienta su conciencia. La conciencia, como se ha visto, es la ampliación y no la precipitación. La inmediación se extiende de una manera que se crispa cuando surge la posibilidad de su conciencia. El conocimiento es el cuidado de su indeterminación.

Con estos conceptos es fácil hacer sofistería y poner las cosas a favor de uno, de su interés. Así, verdad es lo que se piensa y no lo que no se piensa, porque, por una lógica de sus momentos, lo que se sabe es anterior a lo que no se sabe.

La lógica del aumento del conocimiento no es siempre tan lineal y causal sino que se hace problemática en cuanto es nueva y hace una discontinuidad. Es el gran interés de su dialéctica; cuenta su cambio por una gradación extraña a la condición que originalmente la expresaba.

La conciencia, que vimos que es rupturista, tiene la curiosa tendencia a ser continuista. La quiebra tiene una condición que no la extravía del todo, sino pone la referencia para posibilitar su relación. Estos términos son variables implicadas que se agrupan y desagrupan en una caprichosa sucesión, casi caótica, porque el mundo no es una sucesión continua, sino, en relación a su conciencia, totalmente discontinua. Pero, entonces, cuando tomamos lo discontinuo por el paradigma, lo continuo aparece de nuevo. La conciencia hace posible ampliar el margen de esa totalidad, pero no dice que sea el absoluto. No son los mismos los totales que los absolutos; es más, los absolutos no se saben ni se pueden saber, pues son los en sí; son las mónadas que nouménicamente se dejan ver, pero no poseer.

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