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De nuevo con lo afectivo
"Cumbres borrascosas" de Emily Brontë es una novela
absolutamente deliciosa, una maravilla que maneja las cadencias emocionales sin
que apenas nos demos cuenta de ello, como si no hubiesen sido tejidas
sutilmente.
Evidentemente, es
sólo un artificio. Los estados emocionales que el arte produce no consisten en
otra cosa que saber tocar "la tecla adecuada" para que la emoción se desencadene; dicho así, la producción artística consiste en que se
conozcan las reglas de la gramática universal del mundo emocional lo más
inmediatamente. A este respecto, la música es el sentido por excelencia, no
el tacto, como pensara Aristóteles (*).
Martha Nussbaum no
aporta absolutamente nada al estudio de las emociones además de cierta
bibliografía; no hay nada importante y decisivo que pensar; la cantidad
pretende reemplazar el “qué”.
Por el contrario,
durante este invierno pude leer algunas obras de Max Scheler que trataban de
frente el conflicto de lo que Scheler denominara “gramática
emocional”. No puedo admitir ciertas partes de su pensamiento
y del exceso fenomenológico de la“intuición de las esencias”, pero, filosóficamente, me he sentido acompañado en un
terreno en el que estaba sorprendentemente solo. Por cierto, Nussbaum no cita a
Scheler ni una sola vez a lo largo de las casi mil páginas de su “Paisajes del
pensamiento”(Upheavals of Thought).
(*) Para sorpresa
mía, Aristóteles tenía una idea de todo el mundo sensible de una inocencia y
pureza que no me deja de maravillar. Siempre se aprende más de los maestros
clásicos que de la actualidad y la pesadilla intelectual del mundo académico y
sus modas de burócratas del pensamiento.
En todo caso el "tacto" en Aristóteles es el problema de lo sensible
inmediatamente dado, una sensibilidad directa, no a distancia; vg.
inmediatos son el sabor y el contacto
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