He llegado al mismo sitio en el que
estaba hace uno o dos años, cuando buscaba una filosofía de la ciencia
especulativa. “De repente” (entiendase que es una figura), sucedió que me dije, “hay
que llevar el límite de la ciencia más allá de sí mismo”; “llevar esto de aquí
a ahí tiene que ser llevarlo más lejos, agotar su espacio y abrir un sitio nuevo
ahí”; “llevar tiene que ser algo más que ser
llevado”. El término no puede ser sólo
una “destinación”; no puede ser un término, el sitio al que ir, “el sitio”.
Ya no busco “indiscriminadamente”. El lenguaje es, sin duda,
importante, pero no es el ser mismo sino de modo histórico, aparente y,
radicalmente, falso, sin correspondencia genuina, sin ser consigo; mejor visto,
es la experiencia de la distancia en la que el ser mismo es víctima de sí, de su
propio vacío, que, por sí, no tiene existencia; su propia pasión puesta al revés;
como diría ese filósofo ebrio de filosofía, su dialéctica activa, el recorrido
de su actividad, no ir a ningún sitio distinto del sitio al que se va, o está,
como si fuesen indiferentes.
La experiencia fenomenológica no es negativa sino de manera
abstracta y pisando el sitio en el que está; ser es, profundamente, estar
tarde, ser tardío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario