martes, 6 de enero de 2009

Distinción crucial en ética

Ayer, en unos de los temas que abrí, fui poco precavido y demasiado confiado ante la exigencia de concreción. Las condiciones dadas, aquellas en las que no hay elección, no las presenté como el objeto a profanar y problematizar; sólo dije que eran una malinterpretación. Es, justamente, aquello que debe ser discutido. Las condiciones dadas se han de hacer sutiles en nuestra finura con la acción. Pero no como una cursi sensiblería, sino con un nuevo y creado marco de acción que amplíe aquello que tomábamos de ello, lo dado, en lo creado y hecho así posible en el ejercicio de la conciencia.

Se lleva razón cuando se dice que una ética debe llevar condición objetiva supuesta, pero se trampea al abalanzarse sobre ella. Si eso es ética, es ética débil, ética insuficiente que se resiste a madurar ante el torrente de urgencia.

En la ética, como en la sociología o el arte, y contrariamente a las matemáticas, la ciencia natural o la tecnología, hay un reconocimiento que va a definir la intencionalidad; va a permitir hacer problemática la representación del sujeto al propio sujeto. Esto no es subjetivo, sino que es el margen en el que el sujeto de mueve.

Cuando conocí las matrices densidad no sabía que la etnometodología hacía un uso social del mismo problema. Al contrario de lo que sucede con las de los spins, que sí tienen una definición objetiva de probabilidades, en la ética humana han de ser reconocidas, no epistemológicamente sino éticamente, con un mayor afinamiento que su mera estética o aquello que le es dado, pivote a la espera de privarnos de conciencia.

La etnometodología, como yo la malinterpreté, era una ampliación del marco de Weber y Parsons. Se empezaba a intuir algo muy importante para el estudio del hombre: sus capacidades de elección racional o irracional,estética o éticamente, son limitadas, no son absolutas, sino un margen posible de acción. En dicho margen el hombre se crispa en su limitación, ha de volverse optimista por miedo al terror del vacío de falta de condiciones dadas, lo mismo que es necesariamente falto de conciencia, el contenido que se da a la lógica del aumento de conocimiento.

Esa insistencia tan importante en la creación es decisiva. El artista sutil y creativo no es un loco idiota. Es loco, sí; pero no idiota.

El mal por el mal es tan tonto como el bien por el bien, un capricho sin mérito.

Me sorprende que se me hable de Kant, su epistemología o su ética. A pesar de ser fundamentalmente kantiano, como es claro para quien siga mis escritos, se insinúa que niego condiciones dadas y campos para su acción; más bien, las cuestiono; es decir, condiciones son, mas no son todas. ¿Qué lectura de Kant dice lo contrario?. La mía, no; sino la dogmática. Por mucho que Kant sí se refiriese al marco ontológico, en su misma lógica estaba su ampliación. Restringirlo a una experiencia igual, en la que los momentos sean puros, no tiene nada que ver con la ética, sino con la posibilidad de hacer la filosofía menos metafísica. Ese es un grave e interesante problema en ética.

Si alguien es Dios y sabe toda condición y su expectativa de acción ante ella, que no crea que la ética es lo absoluto de esa condición. En ética, eso no significa nada; es sólo la esperanza de la moral y no toda la ética.

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