viernes, 5 de diciembre de 2008

Diversidad no contenida de la acción significativa

La ciencia del desligue tenía presente quebrar la identidad que soportaba la ligazón de los términos. Era, como se dijo, ver los mismos sólo cuando eran los mismos.

La identidad en un proceso es una apuesta quimérica que debe ser tentada para no hacer del apriorismo una continuidad velada. La racionalidad y todas sus variantes tienen la costumbre de extender sus condiciones más cómodas, las que hacen de la identidad de su objeto la posibilidad de su discurso; se repite a sí misma como la forma de su práctica. La tautología urge, en sentido estrictamente filosófico, a su sinteticidad. La síntesis no es idéntica sino en el olvido de su proceso, en el recreo de su momento, su no avance.

En sociología, la disciplina que estudia la sinteticidad de los procesos sociales, los discursos no son racionales, sino que están limitados a las condiciones en las que operan. La suposición de racionalidad es algo efectivamente estructural no por su racionalidad sino por la falta de ella. Las cosas no son racionales por ellas mismas, como si fuesen entes de simetría nouménica, sino algo en ellas mantiene con algún otro un significado que se presta a esa reproducción.

La normalización de los discursos se dirige a su adecuación, no a que una misma razón los haga iguales. La razón que se desliga de su proceso es un ídolo, no un ejercicio creativo de razón.

En sociología se necesitan, más que expectativas universalistas, expectativas dinámicas, integradoras de la complejidad que surge de ellas. No tiene ningún sentido definir una costumbre como no racional sin atender al sentido de esa costumbre. La antropología que ha defendido la diversidad de costumbres, la que refuta su universalidad, es tachada de relativista. Una postura racional y crítica en lugar de definir su identidad amplía el contenido de su definición porque dice lo que no sabía, lo que no contenía, es decir, no da desde el principio la respuesta a lo que pregunta como primacía de la solución a esa pregunta.

Las estructuras de significados, no los que definen sino qué definen, se prestan a una complejidad que sólo se puede abarcar en su extensión, no por su solo despliegue histórico, sino por la acción de su proceso en su diversidad significativa. En verdad que los significados no nacen del vacío, de manera que definen algo anteriormente definido, pero su definición no es un solo momento, sino dos definiciones de dos significados distintos. El objeto del primer significado (1) es distinto del segundo por su práctica (>2), por su no identidad con el primero (1<2). Su proceso indetermina su acción en distintas posibilidades. En la primera definición (1) no se encontraba la segunda (2) porque no la contenía, no la sabía porque surgió de ella (1>2), de su práctica (>), no de su mero momento (1=1).

Esta cuestión de los significados en sociología es algo crucial para ser capaces de acercarnos a la comprensión de sus fenómenos a través de los objetos que definen su significado en su acción (1>2 > …). La orientación cientificista no parece haber entendido este problema. No radica en la definición de su identidad sino en su problematización, no experimental sino significativamente social.

El significado es orientado en el cauce que lo posibilita; no lo define, facilita el curso y permite su elección. Si, por el contrario, insistimos en su racionalidad no estamos sino atrapados en ella. Creeremos, pues, y no crearemos.

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