martes, 23 de diciembre de 2008

Implicaciones para la concepción del sentido al otro y la ética

La ESF/SCSS –fundación europea para la ciencia y establecimiento para las ciencias sociales- está promoviendo la investigación de las implicaciones de las neuronas espejo. Como ya anticipé hace varios meses, las implicaciones de estas neuronas abrirán importantísimos campos. Cuando leí por primera vez de ellas identifiqué inmediatamente la misma relación que había sacado del cauce social. La revolución que suponen en la conformación de la expectativa inmediata al otro rechaza en muy buena medida la tonta ética infantil, igualmente cayeron en ello algunos de los primeros neurólogos que trataron con ellas, que sospecharon un nuevo, excitante y desprejuiciado sentido en la ética. Cuando conocí este asunto se lo comenté con gran entusiasmo a mi mujer, que es socióloga. ¡Era revolucionario para entender la solidaridad –adquisición del lenguaje, conceptos, emociones, valores, etc., etc.-!.

A pesar de que se ha visto en mis textos difamación y vacíos conceptuales se debiera atender a ellos con una actitud despersonalizada y no de patética sensiblería. Esa ética infantil es absolutamente insuficiente para una sociología que quiera responsabilizarse, es decir, aprender a madurar. Y con respecto a que se ignora lo que se cuece en el ámbito científico, mejor que se aprenda a leer. Si no se entiende, que no se caiga en la soberbia de no preguntar porque parezca que se sabe menos.


Resumiendo, se trata de la actividad de inmediación que se ha descubierto.

El sentido ético, que parece haber sido ubicado correctamente, se ha responsabilizado en una toma de sentido. Ahora bien, ni la ética ni la sociología han de ser tomadas como cajas aparte con independencia de las cosas –el ejercicio que las vacía, es decir, determina-, sino que su pulso orientador es de suyo la efectividad de su conclusión –del ejercicio de su conciencia-. Por ello he atendido en La pérdida de equilibrio del orden supuesto a la estética y su momento de conciencia. La inmediación no es libre, es meramente volitiva, ajena. Esas neuronas son irracionales y cumplen con un mapa de codificación que, no obstante, es modificado por aquello en lo que se implica. Tienen una relación con el mundo que rompe la mera causalidad y pone un a priori/inclinación inmediata a algo más que una mera objetividad, que más bien la quiebra. La distinción entre el objeto de su recreo y su reproducción delata el tránsito que es crispado, la importancia de una inmediación positiva reclamando mediación -¡el reclamo de Schopenhauer de que su obra merecía más ser llamada Ética que la de Spinoza!-; es la alerta en la que yo sabía la fuerza ética de la urgencia frente a ese débil cientificismo chapucero y despreciable que tanto critiqué.

El acto de la relación con otro es la hipótesis actual de mayor fuerza para el origen del lenguaje. Mead lo ubicaba en Wundt y Darwin, pero los objetos que estaban en ese interaccionismo parece que están sorprendiendo a algunos científicos.

La implicación emocional de todo ésto, lejos de ser un absoluto, es un problema de grados. Aunque parece que Schopenhauer estaba equivocado en la ordenación perceptiva su metafísica de la compasión era curiosamente acertada.

Buena parte de estas reflexiones me las suscitaron el trato con niños y el origen del efecto del sonido que complicaba su causalidad y se precitaba sobre el efecto que pretendía causar -en Formas, música y voluntad ya reclamé la importancia en este tema de Lichternberg, Schopenhauer, Nietzsche o Wilde-. El orden emocional lo ubicaría en la estética, pero parece que es un orden que se quiebra en lo que implica, la posibilidad de su conciencia.


El pánico no es una afección esencialmente social, no a que no sea representativa socialmente; es decir, la ansiedad no es esencialmente social aunque puede que se potencie en presencia de ciertos objetos –símbolos-. En principio, en el pánico no hay nada que impulse al otro -es primeridad distinta de su segundidad y terceridad-, al revés que el lenguaje, la religión, el sentimiento ante la muerte y otras formas derivadas que sí lo implican. El pánico es una emoción relacionada con la ansiedad y el desorden abstracto y simbólico -la inquietud de la actividad orgánica doblegando la actividad de la conciencia-, no necesariamente vinculado a lo social, es decir, no toda emoción es social. Hay afecciones que se hacen sociales a partir de ciertos grados de intensidad y orientación, como es el caso de la inmediación de la conciencia del otro. Muchas expresiones sociales tienen interés por el efecto orgánico –la solidaridad en un partido de fútbol, una conversación o ante la muerte de alguien- y otras más por su plataforma de mediación –las metodologías que facilitan su significado, como las expresiones establecidas de euforia, todo el carácter de conocimiento propio de los significados sociales objetivos, o la expectativa cultural-. Todo lo que se podría llamar ética del conocimiento es lo implicado en los órdenes menos volitivos, los que se ubican desde la conciencia.

Desde hace años me interesé por el fenómeno de miedo y sus variaciones en lo social. Los mecanismos de imitación se desatan solos sin que intervengan episodios de conciencia. Es la expresión del miedo lo que es distinto en soledad y en lo social, no el miedo mismo, es decir, confundiríamos causas con efectos. La acción social se distingue así de la acción individual -psicologista- en el aspecto crucial que la hace sociológica. Buen ejemplo para vigilar la filosofía de los momentos que se quieren hacer independientes de los procesos en los que están inmersos.

Pero no siempre el otro es un incondicional, sus grados permiten conocer la diferencia. La ruptura del orden supuesto está a la espera aunque a veces no nos demos cuenta, porque nuestra conciencia es bastante insensible a lo que no reconoce.

En cualquier caso, la empatía es un grado del sentimiento del otro con muchas modificaciones posibles. Estos estados no son éticos por ellos mismos, sino que la ética es la elección sobre ellos. El bien como elección es distinto del bien por costumbre. Un libro que leí de Skinner hace años -Más allá de la libertad y de la dignidad- se fijaba en lo no meritorio –éticamente- del condicionamiento social asignado a valores.

La problemática de la expectativa como la propuse es ajena a la conciencia, es decir, la conciencia se involucra en ella como elección -el ejercicio- y no como algo que viene dado; es el momento en que la estética se crispa en un orden más sutil. La expectativa más que espera es poner algo que no está y definir e imponer desde un principio una intencionalidad; es, claramente, falta de ética. La conciencia sólo es propia de su ejercicio, la que sí es la base de la ética.

La ética no puede ser un válido para todo sino que nos debe dirigir a algo más que a suponer la totalidad de la condición -el contenido a priori a problematizar o, si se prefiere así, el problema a tentar-. Cuando decimos que no hay primacías nos referimos a que no mitificamos las cosas porque se nos den; que se den es algo, pero no todo, y en este sentido es importante entender que la emergencia es parte de un proceso. El ejercicio de la profanación lejos de ser un todo vale es más bien conocer el margen del valor. El afinamiento de la comprensión -distinción de los procesos implicados entre los márgenes- es lo que permite: no padecer la ética sino crearla y ejercerla.

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