martes, 30 de diciembre de 2008

El desequilibrio del dogma y ampliación del orden supuesto

“Kolers especula que esos retrasos se debieron a la ausencia de aparatos fiables, pero quizá en mayor medida a la resistencia de “una filosofía mecanicista que argumentaba a favor de una correspondencia biunívoca entre la estimulación física y la experiencia psicológica. El fenómeno del movimiento aparente es una violación dramática de esa supuesta equivalencia”. Por desgracia, no siempre las violaciones dramáticas alcanzan a perturbar los dogmas."

(Nelson Goodman, Maneras de hacer mundos, pg. 105)

El recreo mental de lo que es anterior se extiende a lo largo de un área repleta de fisuras –posibles tentativas- que se rellenan por el método grosso modo -totalidad- de la identidad preceptual lo que representa-, conceptual lo que engloba de ello- o nouménica sus condiciones de verdad-. Pero la identidad no es ella sí misma, ensimismada, sino más bien otra cosa a la que se quiere parecer o aproximar -la forma a priori exhibiendo dónde reside su limitación-. El cerebro como órgano medio tonto es distinto de lo que contiene o recrea. El orden supuesto, sin duda, no es más que eso, una hipótesis de trabajo. Si la teoría es fuerte buscará perturbar ese dogma, el menor contenido proposicional para más condiciones -que restrinja lo que dice a aquello que ha de decir o que su extensión discursiva no se indetermine en su falta de conciencia-; es ese clarito con lo que profanar lo que era más sagrado-. La verdad que lanzamos por la ventana es una ramera callejera que no dice lo que piensa sino dice lo que se quiere oír -falta de conciencia-.

Reclamo de filosofía, pues.


Hay una postura asociada al relativismo propuesta como todo vale. Cuando me he referido al relativismo he mirado a Kuhn, Quine, Goodman, incluso Popper, que no les faltan bazas para ver problemas a las definiciones

En cuanto se entiende la construcción de ciertos enlaces se ve que ello mismo podría ser invertido de una manera no necesariamente simétrica. De cualquier manera, ya comenté lo aclaratorio de muchos fenómenos de la visión. Lo extraño es que ese momento de crispación es lo que, a mi parecer, descubre la ciencia, aunque se lo trate de no especulativo. Está claro que estas cosas van más allá de los simples nombres que les demos.

En lo del retardo yo me basé en Spinoza y Hume -con Kant se podría problematizar la lógica temporal del fenómeno como condición restringida a ese tiempo subjetivo distinto de aquel que es el del objeto de su causación o, se se prefiere así, ciencia del desligue- hasta que conocí la medición de Libet -el retraso de la conciencia-, pero lo que me llamó más la atención no fue el retardo, que con ciertos experimentos vulgares es fácilmente comprobable, sino la precipitación sobre la estimulación. En mi opinión, la identidad se quiebra. La sustancia como una especie de cosa en sí lejos de dirigirla a mitificarla debe ser ampliada.

Gran parte del pragmatismo parece a las cabezas ligeras algo así como un modo de relativismo, pero el pragmatismo no trata con la ramera de la verdad, sino con las condiciones de su efectuación; no se frota con ella mientras piensa que una puta es la amada que le entrega su flor virginal -su ridícula verdad-.


A la insuficiencia le pongo condiciones que marco en la acción. No es como mover un brazo y llamar a esa toda la filosofía, pero si limito el movimiento a ese margen de acción –trascendental- que trato de plantear puedo hacer más cercano mi discurso. Hace unas semanas explicaba a un conocido cómo sería con la vista, se lo expliqué como no ver pero hacer como si viese, con el conocimiento de las condiciones que se pueden dar.

Con lo de condiciones de verdad -su prolema no sería nominal- la ponía en un límite continuo o, si lo prefiere así, no a priori –carácter universal de verdad- sino abiertas a la nueva condición.


Wilde tenía una teoría interesante acerca de la ocultación de los medios para exhibir la belleza misma de la obra. Pero Wilde, que era un maestro del encanto de la mentira, ocultaba la fuente para apropiarse de ella de una manera más elegante; es decir, simulando sutilmente la propiedad o, si se prefiere así, la reconstrucción.

El pragmatismo, como lo he defendido, es afinamiento. Así, he hablado de fisuras de la identidad perceptual, conceptual y nouménica. La grieta no es sólo pivote de una ampliación epistemológica, sino de unas condiciones de la acción a crear. Mi relación con James fue floja en este punto y esa sensatez con las creencias de uno mismo; Dewey ampliaba, al menos, el margen de acción más lejos de la mera epistemología y lo extendía en un contexto amplio; pero Peirce crispa las contradicciones en algo no conflictivo, no al modo esencialmente especular de Hegel, sino en la filosofía como afinamiento comprensivo y continuo. En Peirce sí hay ruptura de la continuidad de una teoría que en la ley de la mente emerge en una nueva desproporción, en un desequilibrio. La cadena de preceptos, conceptos o verdades no es definitiva sino una secuencia que a veces se angustia y otras se expande. Las categorías, como muy bien muestra Goodman, son desde una postura filosófica –o artística- un obstáculo para la ampliación del tiempo, espacio, ciencia, educación, emoción, etc., etc.

Voy a poner algunos ejemplos muy sencillos: cuando mi hija era pequeña se me ocurrió hacer con ella ciertas travesuras perceptivas que mostraban una inclinación a saber del todo indeterminada pues no conocía lo que quería. Aunque la desorientación no llegaba a desaparecer del todo, si jugaba con los intervalos de exposición podía no sólo crear una forma de expectativa sino cambiarla de tono –forma o color- y hacer de los simétricos y asimétricos distintos e iguales. Luego vi que Quine hacía algo parecido desde la psicología experimental y la conformación los conceptos.

Cuando saco el lavavajillas en casa disfruto con el recipiente de los cubiertos que indetermina mi percepción en función del grueso que se cierne a su alrededor. La red visual de cuchillos sólo se muestra cuando se reduce cierta intensidad de tenedores o cucharas. Realmente están a la vista, pero no se ven –el caso de la problematización antes mencionada de Kant y ciencia del desligue-.

Hay un punto en que la percepción al no ser capaz de discriminar rellena con el contenido del que dispone todo lo que no alcanza a determinar –los experimentos de la gestalt-. La expectativa, proposicionalmente falsa, está totalmente adaptada a la lógica de la situación.

Si observamos en un paso a nivel la conducta de un grupo que quiere cruzarlo ante la cercanía del tren y otro que lo estimule –a más cantidad de gente mayor poder de atracción de la solidaridad y emergencia de la imitación- se podrá comprobar la desigualdad entre estímulos –ver que otro cruza-, motivos –hay que cruzar para llegar al sitio al que se quiere ir- y razón –si me coge el tren me mata-. Esto lo hacen en la etnometodología, que viene a ser como prácticas de acción en diversos grados, no relativos sólo a la verdad que los condiciona.

Resumiendo, la verdad no es la amante incondicional –¡la muñeca de plástico tampoco!, es sólo una ramera fría-. La coherencia de la acción es, en cuanto a esa acción, no válida para todo; lo que se hace es indeterminarla o, si se prefiere así, sacarla de quicio. Los perceptos, conceptos y razones son expectativas de reproducción estructural, y que sean una normalización del estilo de vida no lo dice todo de la verdad, sino más bien al contrario.

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