viernes, 14 de noviembre de 2008

La mediación e inmediación de la acción

Se ve que seguimos anclados en el límite de la definición, y no entiendo cómo con ese tipo de herramientas podemos decir que necesitamos ciencia o que la filosofía necesita ciencia. Al revés, necesitamos más filosofía que nunca pues nos hemos extraviado, al modo del perderse de serg, pero en el sentido al que él se dirigía. En la misma línea que suscitó esa idea, fue Ortega el que propuso la imagen de la filosofía como adentrase en un pozo de inmensa profundidad.

El estado emocional, mejor llamado afectivo, es una respuesta inmediata de cierta actividad. Se crea un estado de posibilidad de respuesta al otro, una moralidad en sí misma. Como comenté sobre ciertas neuronas especialmente empáticas, actúan con una conciencia del otro no motora, sólo afectiva, de manera que es una realidad de interrelación y no mero sufrir el padecer de otro. No es una ética de los buenos ni de primacías apresuradas, es una ética de la inmediación, una dirección sin conciencia o volitiva que urge al filósofo y no sólo a la rata de laboratorio con sus neuronas puestas en sus resonancias. En el momento en el que involucramos cierta conciencia en ese proceso lo modificamos intencionalmente. La inmediación tiene cierto grado de conciencia también, no es una causa libre que surge sin voluntad, pero es asunto para los biólogos o sociobiólogos. Su ética no tiene interés sino en el orden menos ético, el que menos nos incumbe. Siguiendo la profunda intuición de Simmel de hace un siglo, todo lo que no es ciencia de la naturaleza es ciencia social. El proceso de la ética que involucra su conciencia es el que se recrea en la mediación, la que vive la diferencia como otro orden de continuidad. Son órdenes superiores que no son independientes de los inferiores, sino de ellos surgen, es decir, no del vacío.

El orden de Spinoza es malinterpretado por los que ven lo que quieren ver, un ejercicio muy común de la falta de conciencia. Al darse ésta por grados debemos vigilar los que se hacen más posibles, más indeterminados. Los grados de la conciencia son la problematización del mismo orden de Spinoza en los términos que exponía y limitaba. Poca conciencia es su no comprensión.

La orientación de la voluntad común es objeto que anda a ciegas, perdido en su mundo de actualización inmediata. Fue, de nuevo, Simmel quien se fijó en lo colectivo de la voluntad, esa orientación positiva al otro. Pero nunca obvió la diferencia. Lo que ocurre en el cerebro ante otro es ajeno, no ético; el conocimiento, en su emergencia, se purga en la pulsión de ese objeto o su orientación. Si queremos tomar todo esto en sí mismo, no olvidemos que es ciego; su limitación ética es el cuidado de su profanación.

Los cuentos de viejas de simetrías de conciencia y actividad cerebral son un bochorno filosófico típico del quien toma estas cosas de buenas a primeras sin casi pensar. De esa manera, vivamos la inmediación y dejemos la ética a los que quieren dictarla, en un buen festín de olvido de la filosofía; es el mejor camino para hacer una inmensa chapuza. Eliminen la conciencia y se asegurarán su retraso y su recreación.

No hay comentarios: