jueves, 27 de noviembre de 2008

Moral, elección y ética

En las elecciones se hace posible la implicación desde la conciencia o, si se prefiere así, implicar la conciencia en las elecciones. La suspensión fenoménica no se implica sólo en las miras del cálculo, sino que se suspende el mismo sujeto que se supone portador de la elección. Como la suspensión de la suspensión es un ejercicio esencialmente especulativo, se requiere batir en su determinación. El único peligro de la indeterminación de la especulación es que se haga a sí misma infinitesimalmente indeterminada; es decir, que suponga que su ejercicio es la posesión de la esencia, que se crea cosa en sí, por cierto, un conocido y atrevido delirio.

Si la elección es ética es por la implicación consigo misma. Podría ser estética, como generalmente es, pero ello serviría más bien para comprender la distinción entre ética y estética. La estética está sujeta al mundo; es, en su implicación humana y social, la moral; es una forma objetiva determinada, no una elección. Muy al contrario, la ética nos implica en la indeterminación de la elección, se implica ella al darse a sí, al emerger del borde de su limitación. Los valores objetivos son ajenos y no propios, se pretenden en sí conforme al delirio de su objetividad. La ética los hace comprometidos y comprensivos, de esta manera, es un reencuentro no del sujeto, sino de la posibilidad consigo misma.

La moral, el sustento de la sociología, es, como se ha visto, objetiva y ajena, no nos implica sino que nos precipita. La conciencia del efecto, o sea, la ética, es lo propio que reconoce suyo en lo que lo hace continuo con otro, es decir, un desensimismamiento.


Esta reflexión podría llevarnos al condicionamiento social de la moral y al efecto solidario, y a la postura contraria.

La moral gira alrededor de las elecciones ya establecidas, las que forman parte de un catálogo que representa normativamente lo social. La inmoralidad innata del hombre parece estar compensada con su dificultad para hacer problemática la acción. Lo problemático es enemigo de lo vago, y la acción es vaga por definición. La moral normativa, es decir, la que se impone y trata de arreglar la conducta a ese respecto, cumple su función retrospectivamente, hace que las acciones sean acogidas en su conformidad con su expectativa. El trueque consiste en que las entiende como las mismas y no distintas; su olvido de la síntesis reproduce su incapacidad para ajustarse al cambio que emerge, el discurso de la novedad. Se trata de efectos no contenidos, nuevos, que sólo podemos comprender en su adecuación y no en la mera reproducción de su retraso. La solución del ajuste no está en lo incondicional, en la reproducción de un delirio, sino en el ejercicio que coge el ritmo del movimiento para evitar la diferencia del compás.

La acción inmoral es significativa pues es una variación que ayuda a ajustar el margen que lo separa de la moral, de la acción fijada. En sociología no hay acciones en sí o incondicionales e independientes de las circunstancias. Su situación, lejos de indeterminar la acción, ayuda a su comprensión, el terreno de su racionalidad, que, en lugar de tomar la acción por su determinación, se hace partícipe de ella, se implica desde su conciencia y ayuda a ubicarla en su ajuste. La determinación de la acción, su pereza, es expectativa de la sociobiología, neurociencia y demás delirios volcados y viciados en el cauce reproductor de la acción.

El tremendo error del carácter definitorio del enfoque causal hace una traición continua a su espíritu filosófico al asegurarse su modelo de reproducción a costa de restringir las condiciones de su definición. Sabe repitiendo lo que sabe y no alumbrando las nuevas posibilidades abiertas al conocimiento.

No hay duda que el agotamiento de la acción es debido a la incomprensión que se hace de ella al tomarla como algo plano y seco cuando es rico y diverso. La incondicionalidad de la diversidad en el espíritu dogmático y necio del cientificismo ata el problema recreando un seguro ontológico que le niega lugar, posibilidad de expresión ante la importancia y el reclamo de la urgencia, que, conviene recordar, sigue el curso de la inmediación ética.

Entre la inmediación y la mediación surge lo que ha de ser mediado. La pretensión de tomar cualquiera de estos dos momentos como tales, vaciarlos del contenido que los amplía, es restringirlos al encierro de su soledad, la privativa y monadológica cosa en sí que delirantemente nos niega con los que nos tienta. Con Freud, la oscura atracción de la prohibición.



Contrariamente a las teorías que toman la solidaridad como un efecto no sólo inmediato sino conservador, conviene ver la solidaridad como un efecto no lineal sino sintético respecto de la orientación que es característico en ella, la social. Nada más crispante y auténticamente inmoral que la legislación incondicinalmente a priori de la actividad humana. Si en la ética podemos hacernos sutilmente casos individuales, ese extravío en lo social no tiene sentido o, si se prefiere así, lo indetermina. En la moral no son las leyes naturales sino las de los hombres que las escriben. La ordenación conforme al delirio legislador, esencialmente dominante, se precipita en su suposición de verdad y negación u olvido –falta se conciencia- de la importancia de la diferencia.

La lógica de la diferencia, es decir, el movimiento dialéctico, hace posible la lógica del aumento de conocimiento. La diferencia, en términos de conciencia, es un movimiento lógico, impulsa a la razón a no ser vaga sino a adaptarse a su nueva situación. El movimiento social, o, más cabalmente, el cambio social, se hace vacío en la pretensión universalista que hace oídos sordos ante la urgencia de la adecuación a las nuevas condiciones, algo paradigmático en las sociedades ultramodernas (deslocalización de la experiencia, crisis del modelo económico, fluidez de la información cercana a lo instantáneo, nuevas formas colectivas de violencia, sexualidad pública, etc, etc.).

El orden del hombre está, en cierto modo, adaptado a lo que le es dado. Su suposición no es más que un momento que se hace problemático en cuanto es variado en su conciencia; se hace infinitamente complejo. La moral es un indicador del grado de solidaridad de un grupo. Nos habla de si hay integración entre las diferencias.


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