miércoles, 19 de noviembre de 2008

Márgenes temporales del ejercicio de la conciencia o sus grados de posibilidad

El efecto del cerebro es su orden primario, primero, donde se producen las cosas, que sólo quien no se entera se atreve a simplificar. ¿Y todo el resto de cosas dadas de suyo con anterioridad y las que la física moderna ha implicado –bien exocerebro, bien mecánica cuántica-? ¿el cerebro es sólo el cerebro?. Existe un orden superior fruto de la actividad del cerebro –si es que seguimos anclados en la estúpida causalidad- que es el que se posibilita a la conciencia; es decir, engloba su mismo efecto, la intencionalidad que dirige y de la que simultáneamente tiene conciencia –ésto, parece, si no falso, al menos, claramente problemático, como se puede ver con facilidad desde mis interpretaciones de las síntesis de la conciencia o mis menciones a Pockett, Libet y Pribram-.

Los márgenes de inmediación y mediación se caracterizan en lo que nos respecta por tres cosas: la inmediación es objeto de la voluntadel cuerpo no tiene conciencia-, la mediación se produce desde su conciencia -la conciencia en fenomenología es algo necesario y lógico- y todo ello es un recreo de retraso y anticipaciónlas redes sinápticas se ajustan en su inmediación hasta que ésta no es necesaria pues la esperan o, si lo prefieren así, son objeto de su expectativa-.

La problematización de la temporalidad de la conciencia ha hecho que la neurociencia determine su temporalidad en función de su respuesta motora y afectiva. La motora se predispone a la acción y la afectiva inmediatiza su noción general. Cuando volvamos a revisar el ridículo orden de Spinoza veremos que los grados de las afecciones se darán no en función de su inmediación sino que implican a la mediación, la revolución de la conciencia y la posibilidad de la emergencia del conocimiento.

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